martes, 7 de junio de 2016

EL DESPERTAR DE LA CONCIENCIA - TEMA Nro. 27 TÉCNICA PARA DISOLVER EL YO y LOS DETALLES


EL DESPERTAR DE LA CONCIENCIA - TEMA Nro. 27 

TÉCNICA PARA DISOLVER EL YO. LOS DETALLES


Este capítulo esotéricamente se titula “La Muerte”, porque el que empieza a desintegrar sus defectos  empieza a salirse  del círculo  donde  está metida toda la  humanidad.  Entonces,  cuando lo  van   a invitar a hacer una fechoría, dicen los demás: “no  sirve  para  nada,  ese  es  un  muerto”,  porque  no sigue  el camino  del resto de  la  humanidad.
Todo ser humano lleva dentro de sí una chispa divina que se llama Alma, Budhata o Esencia. En fin, tiene diferentes nombres, pero en realidad es una chispa divina que nos impulsa y nos da fuerza para emprender un trabajo espiritual, como el que les estoy enseñando. Esa Esencia o Alma está atrapada en todas nuestras maldades, defectos o yoes psicológicos, a los que esotéricamente se les dice “Ego”, que son los que no la dejan manifestar con libertad porque toman la vocería y el mando de la persona. Ya con el trabajo de la desintegración de los defectos va creciendo y se va fortaleciendo, va manifestándose con más claridad, con más fuerza. Se va convirtiendo en Alma.

Voy a dar un ejemplo: este árbol está parado en sus raíces principales, ellas no lo alimentan sino que lo sostienen contra los vientos y el peso del mismo para no caerse, no derrumbarse. Y sus  raíces pequeñísimas son las que se extienden por el resto de la tierra, y van absorbiendo la savia para alimentarlo.
Asimismo es el Ego de nosotros o de la humanidad. Las raíces gruesas que sostienen al árbol simbolizan los defectos capitales, como la lujuria, la venganza, la ira, el orgullo y otros más. Las raíces pequeñas simbolizan los detalles, aquellas manifestaciones pequeñísimas que pertenecen a tal o cual defecto, que no creemos que son defectos pero que son la alimentación de él. El Ego se alimenta por todos esos detalles diminutos que tenemos en gran cantidad.
Hay que empezar a auto-observarnos para ver los miles y miles de detalles negativos  que  tenemos, que son los que nutren el tronco. Así le toca a todo el que quiera salvarse  del desastre  que  viene:  ponerse  a  quitarle  alimentación  a  ese  árbol,  que  son  las  raíces  diminutas.  Detalles   negativos



como los malos pensamientos, el odio, la envidia que siente uno contra otras personas, la ambición, cogerse monedas y cosas insignificantes, echar mentiras, decir palabras llenas de orgullo, la codicia; en fin, todas esas cosas que son negativas en el fondo debe empezar uno a desintegrarlas seriamente.
Hay otra chispa divina que se llama la Madre Divina, cuya misión es desintegrar los defectos con una lanza que ella posee. Por diminuto que sea el detalle debe pedírsele a la  Madre  Divina Interna: “Madre Mía sácame este defecto o desintégramelo con tu lanza”. Ella lo hará así porque esa  es su misión, ayudarnos en esa forma para irnos liberando. Así no crece más el árbol, sino que se va desnutriendo, se va secando.
Lo que enseño aquí es para llevarlo a la práctica, a los hechos: donde vaya, esté trabajando o lo que esté haciendo, debe ponerle cuidado a la mente, corazón y sexo. Son los tres centros por donde se manifiesta todo defecto, y cuando se está manifestando, sea por cualquiera de esos tres centros, enseguida viene la petición a la Madre Divina para que Ella proceda a desintegrarlo.
Con este trabajo que estoy señalando de la Muerte del Ego se adquiere la castidad científica y se aprende a amar a la humanidad. El que no trabaje con la desintegración de los defectos no puede llegar jamás a la castidad, ni puede llegar a sentir amor por los demás porque no se ama a sí mismo.
La desintegración de los defectos y el desdoblamiento astral son las únicas fórmulas para el rescate.

Ejemplo: Invitan a una muchacha a bailar a una discoteca, ésta le pide permiso a su mamá y la madre se lo niega. Imaginemos la reacción interior:

                   Se  siente frustrada.
                   Le da ira.
                   El amor propio reacciona.
                   Se compara con sus compañeras.
                   No quiere obedecer.
                   Un yo le dice que la  insulte.
                   Otro yo quiere alegar.
                   Otro yo llora.
                   Otro yo grita y contesta con rabia.
                   Otro yo quiere pegarle.
                   Otro quiere pelear, discutir.
                   Otro la quiere empujar.
                   Otro yo tiene temor por lo que pueda hacer el                           novio.
                   Otro se preocupa porque se lo pueden quitar.
                   Otro se preocupa por el qué dirán los amigos.
                   Otro se imagina lo bien que la pasarán.
                   Otro se preocupa por el qué pensarán.
                   Otro yo quiere tomar.
                   “No debí haberle dicho nada a esta vieja”, dice                   otro.
                   Le da más rabia.
                   Otro yo quiere bailar.
                   Otro yo se siente aburrido.
                   Otro quiere fumar.
                   Otro se  siente encerrado.
                   Otro yo quiere suicidarse.
                   Otro dice: “qué vida tan aburrida”.
                   “¿Por qué habré nacido en esta familia?”.
                   Otro yo siente resentimiento con la mamá.
                   Otro yo quisiera acariciarse con el novio.
                   El yo de la lujuria protesta.



                   El yo de la lujuria sufre.
                   El yo del odio siente mucho rencor con la mamá.
                   Uno dice: “Ojalá se muera rápido esta vieja”.
                   Otro: “Algún día me vengaré”.
                   Y otro: “No se la perdono”.
                   “A lo mejor mi papá sí me  deja”
                   Otro propone: “Mejor volémonos de la casa”.
                   Y Otro dice: “Me da miedo hacerlo”.


Pasa algún tiempo y la joven continúa recordando todo el sufrimiento que le  originó  su mamá, aún quiere vengarse, no se cansa de contarle a la gente lo mala que es su mamá, etc.

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